De filosofía y cosas peores

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Michael Torresini

Lo he dicho muchas veces, pero ahora lo repito sólo como preámbulo, como introducción a lo que sigue, y que puede ser una solución a lo que he dicho, a los problemas ya descritos. Los grandes capitales, los que mandan en el mundo, los Rockefeller, los Rothschild, no quieren un mundo de gente culta, quiere un mundo de gente que crea en todo lo que se le dice, que acepte acríticamente los dictámenes, las directivas de vida que esta subcultura implica. Que tengan un celular en mano durante muchas horas diarias, que compren mucha Coca-Cola, etcétera, etcétera…El lenguaje es un acto de inteligencia, de lógica único en el hombre-y esta cultura audiovisual lo suprime, lo apoca, lo afea horriblemente. Aquí, y más aún en EEUU/Canadá.

Antes me limité a ilustrar las cosas como están, a informaros al respecto. Ahora voy a proponer como solución una escuela de filosofía de postura totalmente opuesta a esta vista superficial que nos han impuesto, el escepticismo, que más que una escuela filosófica, podría considerarse una actitud vital. Algo que nos pueda ayudar en práctica. Y aquí y ahora. La base sobre la que descansa el escepticismo es la duda, convirtiéndose en una corriente filosófica que está totalmente en oposición al dogmatismo-este lamentable resultado obtenido por los que mandan en el mundo…

El renacimiento de Florencia acabó con el oscurantismo, y finalmente dio sus frutos tan apetecidos tres siglos después, durante el mil siete ciento, llamado atinadamente siglo de la luz. Con esta nueva era post moderna y dominada por la máquina, nos están reponiendo en la edad media, carajo. Os acuerdo un libro que ya mencioné, “El homo videns” de Giovanni Sartori, entre los politólogos más sobresaliente del mundo que tuvo cátedra ya sea en su natal Florencia que en Nueva York-y que nos asegura que el homo sapiens, que tenía que proveer a su sobrevivencia con sus rudos utensilios de piedra, usaba mucho más su celebro que el hombre actual, impregnado de tecnología. ¿¡Bastante oprimente, no?!

Así se me ocurrió hablar de la antítesis del dogmatismo que estamos padeciendo, es decir del escepticismo, una de las corrientes de pensamiento que ha sobrevivido con fuerza a los veinticinco siglos de la historia de la filosofía, fundamentalmente porque la ciencia moderna la abraza con fuerza y porque se apoya en esa naturaleza, tan intrínsecamente humana, de dudar de todo lo ajeno. Sin embargo, considerar un escéptico a aquel que lo niega todo es quedarse en lo superficial de esa corriente filosófica. Hoy vivimos tiempos de crisis, de cambio. Con la duda permanente frente a todo y todos. De repente, ciertos dogmas culturales se vuelven incomodos y peligrosos (especialmente para los que abrazan el dogma contrario). Asistimos entonces, como en tiempos pasados, a la proliferación de la duda sobre lo establecido como el primer paso para iniciar otra época. Queramos o no estamos inmersos en los inicios de otra era en la historia de la humanidad. Algunos lo llaman postmodernidad, otros la revolución de internet o la globalización. Un cambio que se expresa por vivir en un estado de desorientación, cabreo y enfrentamiento constante, por experimentar la duda y la polarización frente a lo que observamos.

Desgraciadamente, esa duda permanente es usada como una mera herramienta de derribo que surge exclusivamente desde la opinión personal, que se apoya en la subjetividad de cada uno y que se construye con el mero propósito de hacer caer elementos culturales, instituciones o negar cualquier hecho. Dudamos simplemente frente a todo lo que no se ajusta a nuestros sesgos, a nuestra forma de entender las cosas. Esto es destructivo. En cambio, la duda desde el escepticismo filosófico es constructiva y se utiliza para crear un estado de inquietud razonable que nos permite ser más libres. Los escépticos helenistas proponían dudar de todo para adquirir mayor comprensión de nuestro entorno, una duda activa y constructiva. Al final de cuenta, todo se reduce en tener esta vista clara por la cual estudié filosofía, y de usar la razón por arriba de todo-lo que implica inevitablemente dudar.

Hoy, el escepticismo clásico bien entendido es más necesario que nunca, especialmente en la medicina. Asistimos a una divulgación ingente de información médica supuestamente “veraz” y científica que está circulando en las múltiples redes sociales y medios de comunicación.  Alguna sale en exclusivas revistas de “gran prestigio” y desde organismos de sobrada autoridad. Otra, desde blog personales y artículos periodísticos sin contrastar, aunque con el mismo impacto en la sociedad. Algunas se cubren con el manto de “científico”, “demostrado” o… “Según expertos”. Otras con el simple: “lo dice el periódico”, “científicos afirman” … Son afirmaciones, informes, tratamientos, estudios y novedosas investigaciones que tratan de incorporarse como verdad apresuradamente. Algunas para ser desechadas posteriormente por ser ineficaces, por ser perjudiciales o simplemente falsas. Desde este batiburrillo informe, prevalece a fortiori la prevención sobre la curación, y mi planteamiento sobre la salud, que no es la ausencia de patógenos, sino la prevalencia de nuestras defensas sobre ellos.