Michael Torresini
En síntesis, lo que dije el jueves pasado-que sale hoy ya que se me olvidó de mandarlo, se puede resumir en lo siguiente: Anteponer la razón, nuestro intelecto, nuestra inteligencia a las sensaciones, a las proclividades y los sentidos. Spinoza en su Ética, nos aclara que “El hombre hace unas cosas y otras las padece”. Un buen albañil puede hacer una casa que le durará en el tiempo; pero si la hiciera yo esta casa se derrumbaría fácilmente. El albañil tiene ideas adecuada al respecto, yo no. El concepto es aplicable a todo, a todas nuestras decisiones y prácticamente a lograr todo en la vida, empezando con la cosa principal-la felicidad, la satisfacción de estar bien por haber sabido escoger bien. Voy a sustituir la casa con la felicidad de la pareja en una situación típica donde el sexo se confunde con amor, donde hay ideas inadecuadas.
Él tiene veinte años y ella dieciocho, hacen el amor de manera mejor que lo que su breve experiencia le había enseñado y piensan de ser enamorados; se casar, hacen hijos y empiezan a perder la atracción que sentían-y que no es remplazada por comprensión, afecto, cariño y empatía y pronto la relación fracasa.
Fracasa porque no tenían ideas adecuadas-las ideas adecuadas que nos permiten tomar siempre decisiones sabias-lo que finalmente nos permite lograr una existencia exitosa.
En realidad, se pasa lo contrario, pues por todas partes el hombre mismo es el estorbo peor para su destino de hombre. Restaurar en el hombre su mejor posibilidad humana, la más estorbada por el hombre mismo, es lo que en todas las épocas se ha llamado sabiduría, algo más sencillo y a la vez más hondo que el mismo empeño filosófico. El hombre busca siempre contento consigo mismo, pero lograr el contento implica una gestión adecuada del deseo y para gestionar atinadamente el deseo es preciso comprender que al hombre no le falta nada-bueno a parte agua y arroz y frijoles que en esta fértil tierra nunca faltan. Todos los demás problemas son producidos por nosotros-y nuestras ideas inadecuadas. Lo repito siempre con mis pacientes: la única causa de todos sus problemas-dolor de espalda, hombros, rodillas, etcétera, son vértebras que no están en
su lugar-realineándolas acabo con toda la vaina por completo ya que erradico su mera causa. El concepto ayudaría mucho a los médicos a curar y no sólo a vender medicinas…La cosa aplica a todo: no solamente a la salud, sino a todo, pues para acabar con un problema hay antes todo que conocer su causa, y luego acabar con ella. Y para acabar con alcoholismo, drogadicción, obesidad, diabetes y cánceres debido a lo que metemos en la boca, hay que entender antes todo que las cosas, cualquier cosa, se hace o no se hace según una balanza entre los pros y los contras.
Entonces hay que darnos una buena restregada de párpados y poner un orden prioritario en nuestros escogimientos.
Un ejemplo pragmático: yo compro un litro de aceite de oliva virgen que me dura dos meses, y enfrente de mi veo gente que tiene tres litros de aceite barato y me pregunto si hacen dispensa para seis meses y la respuesta es obviamente que no, lo que pasa es que fríen todo. Es muy fácil para que las cosas no se peguen ni se quemen si nadan en aceite-y así se puede usar todo el calor que se quiere para obtener el resultado deseado que no es bueno para nada, ni para el paladar ni menos aun para la salud. Mientras más calor, más cancerígeno se vuelve lo que comemos, más pierde las propiedades nutricionales-y con toda la grasa y sal, más engorda. El jueves pasado dije que el esfuerzo inicial para empezar a comer bien se alivianará pronto gracias a la costumbre. Aquí estamos viendo no la ayuda sino la dificultad de la mala costumbre-y la única manera viable es precisamente lo que decía-superponer la inteligencia, la razón por la cual prevalecemos sobres los animales, a estas malas costumbres.