Michael Torresini
Continuando desde antier, repito la chistosa frase de Einstein “hay dos cosas infinitas, el espacio y la estupidez humana-y del primer no soy tan seguro”. La estupidez humana es infinita: las estupideces que hice yo de jovencito son increíbles. Por ejemplo, una vez visitada toda Europa en coche, se me ocurrió empezar a viajar por mar. Europa se ve por carretera, pues hay demasiado cosas por visitar y las distancias no son excesivas, particularmente para un viajero desaforado y descabellado como yo, pues llegué hasta a Katmandú en coche, pero el continente que siempre me ha gustado conocer es Latinoamérica; dicho esto sólo falta decir que entonces vivía en Helsinki y que Finlandia es conocida por sus veleros de excelente calidad. Compré uno suficientemente grande para vivir y suficientemente chico para ser usado solo. La idea era la de llevarlo en el Caribe y vivir allí, algo que nunca se materializó ya que lo hundí en el medio del Atlántico y estoy aquí por pura chiripa. Estupidez pura. Algo que, aquí y ahora, se podría comparar con los muchachos que van a toda velocidad con motos en condiciones desastrosas…Luego hay otra forma de estupidez, peor y más, mucho más común: toda la familia en una motoneta-hasta dos adultos y dos niños. Esto es algo que no se ve en ningún otro lugar del mundo. Claro que en estos casos andan con mucho cuidado, obviamente, pero mejor sería si antes ahorraran para un cochecito y luego hicieran hijos. ¿¡Obvio no?! Y obviamente me pregunto a mí mismo porque lo digo si es obvio-y la respuesta es tan obvia como la pregunta: Porque muy poca gente parece entenderlo, particularmente gente de nivel sociocultural más bajo, es decir la mayoría-y aquí llegamos a una interesante analogía con la quiropráctica como ilustré antier: no se necesita cultura para entenderme, sino solamente un poco de inteligencia, poca pero bien usada, es decir sin la interferencia del ego y otros factores perjudiciales.
Cultura e inteligencia son dos cosas diferentes; se llevan muy bien entre sí, pero son dos entidades distintas, normalmente me defino un misionero de la cultura, pero cuando viene al caso, como en este caso, me vuelvo misionero de la inteligencia y, como siempre, de la absoluta supremacía de la razón sobre los sentidos. Lo repito pese a la redundancia ya que estoy hablando del tema más importante del todo: para obtener cualquier logro se necesitan de dos cosas-habilidad y voluntad para todo, inclusive para criar bien los hijos. Si una pareja tiene un poco de cultura y de medios y desean un hijo, es muy probable que lo críen bien. Si hay medio, pero no hay deseo no es probable, y si hay deseo, pero no hay medios, lo que es la situación más común por estos lares, pues entonces volvemos a mi aserción inicial, dar prioridad a las cosas-y en este caso antes los medios y luego los hijos.