Michael Torresini
La amistad es quizá la mejor realización empírica de aquel amor que Cristo trató de enseñarnos con muy poco éxito. La libertad es el opuesto de la necesidad, y en nuestra vida tan llena de amores necesarios en el ámbito de la familia, sobresale lo que sentimos para un verdadero amigo, que es libre; libre de la costumbre que nos coacciona a querer un familiar, independientemente de sus méritos reales. Sin hablar del sexo pintado de amor y del hecho que supuestamente sólo podemos tener una pareja, mientras que no hay límite en el número los amigos.
Os recomiendo ver Cien años de soledad en Netflix, una obra maestra cinematográfica a lado de la literaria, mi soledad no es de cien años como la de García Márquez, pero sí es ya de un cuarto de siglo. Y vivo bien, como no, usufructuando del existencialismo que aprendí. La soledad es parte intrínseca de nuestra naturaleza; para Heidegger, el hombre es arrojado en el mundo solo-y solo se queda hasta la muerte: Nosotros vivimos juntos, actuamos y reaccionamos los unos con los otros; pero siempre y en toda circunstancia somos solos. Los mártires entran en la arena mano en mano-pero serán crucificados solos. Hasta los amantes que tratan de fundir desesperadamente sus goces solitarios en una trascendencia única, finalmente gozarán solos, simultáneamente a veces, pero solos. Per naturaleza propia, el hombre es condenado a sufrir y a gozar solo ya que, por así decirlo, somos islas de universos separados. Se pueden construir puentes, pero separados permanecemos.
Finalmente, todo lo que hacemos, lo hacemos por decisión propia. No hay absolutamente nada que tenemos que hacer, pues una vez nacido, el hombre como cualquier ser finito, tiene absolutamente que hacer una cosa y una solamente: morir. Y así la muerte se vuelve el fin Y la finalidad de la vida.
(La santa muerte y todas las estupideces que se dicen y hacen al respecto son el producto de la ignorancia más honda-y no es mi opinión solamente, es la del santo Padre y de cualquier teólogo. O simplemente digamos que yo nací y viví hasta los treinta y cinco años en Italia y nunca había visto esta vergüenza que se ve aquí.)
Todo lo demás es producto de nuestro libre albedrío-algo que nos costó mucha fadiga conseguir y por ende algo que debería de ser entendido claramente para ser usufructuado positivamente. Muy, muy lamentablemente, casi nadie lo entiende esto, por esto estoy revisando el tema; por lo mismo he dicho ya varias veces que los que mandan en el mundo son los grandes capitales, que no quieren un mundo de filósofos sino de gente que sepa hacer su trabajo-y hasta allí…Y la lamentable conclusión es que estos grandes capitales que tienen la batuta, que moldean nuestra vida a su antojo, no obtienen sólo lo que quieren, que seamos hombre-máquina, sino también que perdamos la conciencia, la clara conciencia de lo que las cosas son, para meter todo nuestra atención en video juegos, alejados brutalmente desde la realidad del hombre y últimamente hasta hundirnos en el metaverso y desearlo tanto hasta a matar por él. Y aparte estos casos más extremos y truculentos, estar siempre con el celular en mano, hacerlo parte imprescindible de nuestra vida, así de patéticos nos estamos volviendo, empezando con el hombre más importante y el más rico del mundo: en toda nuestra historia nadie ha tenido más de 400,000 millones de dólares, sólo Elon Musk y con el ayudo de Trump que ahora quiere que Tesla deje de informar la cantidad y letalidad de los accidentes en los que sus autos están involucrados. Esto pese al hecho que, hasta octubre de este año, Tesla ha sido responsable de 40 de los 45 accidentes fatales registrados. Una de las pruebas más contundente de lo que condeno desde décadas-sustituir la capacidad humana con tecnología. Esta nueva idea de Trump no es sólo descabellada, sino es definitivamente criminal y ejemplifica claramente la peligrosa unión de los dos factores principales del rápido deterioro de nuestra naturaleza humana. La sumisión a la tecnología y al dios dinero de la administración trumpista que se perfila.
