“Ámate tanto que cuando alguien te amenace con irse, seas capaz de ser tú quien lo guíe hasta la puerta”.
En la actualidad muchas personas experimentan depresión, estrés o ansiedad; estos son los trastornos de salud mental que pueden afectar a cualquiera sin importar la edad o la condición social.
El estrés es una respuesta natural a las demandas de la vida, mientras que la ansiedad es un sentimiento de preocupación o miedo excesivo, y la depresión es un estado de ánimo persistentemente bajo y una pérdida de interés en actividades que antes eran placenteras.
La preocupación por el qué dirán, intentar vivir de apariencias y tratar de satisfacer siempre a los demás son algunos de los factores que influyen para que estos padecimientos sean considerados actualmente como las “enfermedades” más comunes entre la población y que causan mayores problemas, principalmente entre los jóvenes.
En pocas palabras la depresión es exceso de preocupación por el pasado, el estrés es exceso de preocupación por el presente y la ansiedad es exceso de preocupación por el futuro.
El mejor remedio para prevenir estos padecimientos es ser auténticos y hacer siempre lo correcto, aunque hacer y decir lo correcto en ocasiones no agrade a todos. Lo importante es sentirse bien con uno mismo.
A continuación le voy a compartir un cuento tradicional que se incluía en los libros de texto gratuito de primaria en los años ochenta:
Venía un Señor por el camino, con un niño como de once años, que era su hijo. Y venía también un burro, que le servía al Señor para cargar la leña. Pero el Señor ya había vendido la leña, y además estaba cansado, de manera que él se montó en el burro.
En esto se encuentran con unas personas que venían por el mismo camino. Y cuando ya pasaban junto a ellos, el Señor oyó que decían: “¡Qué viejo tan egoísta! Va él muy montado en el burro, y el pobrecito niño a pie.”
Entonces el Señor se bajó del burro y le dijo al niño que se montara. Caminaron así un rato, el niño encima del burro y el papá a un lado, a pie, cuando en esto se encuentran con más personas. En el momento de pasar, el Señor oyó que decían: “¡Qué niño tan malcriado! Va él muy montado en el burro, y el pobrecito viejo a pie.”
Entonces el Señor le dijo al niño que se bajara del burro. Siguieron así un rato, caminando los dos un poquito detrás del burro, y en esto que se encuentran con otras personas más. Y cuando ya pasaban muy cerca, otra vez oyó el Señor que decían: “¡Qué par de tontos! Va el burro muy descansado, sin carga, y a ninguno de los dos se le ocurre montarse.” Entonces el Señor se volvió a montar y le dijo al niño que él también se montara. Así iban, montados los dos en el burro, y en esto se encuentran con más personas que venían por el camino. Y cuando se cruzaron, el Señor oyó que decían: “¡Qué par de bárbaros! El pobrecito burro ya no puede con la carga y los dos encima del pobre animal.”
Entonces el Señor se quedó pensando un rato y le dijo al niño: “¿Ya ves, hijo? No hay que hacer mucho caso de lo que diga la gente.”
Efectivamente, este cuento nos ilustra con claridad que intentar satisfacer a todos es una pérdida de tiempo y lo único que provoca es que se viva la vida llena de preocupaciones, por eso para evitar la depresión, el estrés y la ansiedad deje de intentar satisfacer a todas las personas y mejor trate de estar satisfecho con usted, haga lo que considera correcto y sobre todo lo que lo hace realmente feliz.
No se trata de no ayudar, claro que hay que ayudar al prójimo.
El punto es encontrar el equilibrio haciendo lo que es moral, ética y legalmente correcto independientemente si eso agrada o no a los demás.
A final de cuentas “Nadie sabe cuánto pesa el morral, excepto el que lo va cargando”.