Michael Torresini
En cada ocasión me he declarado incompetente en juzgar la reforma judicial-y ahora que está lista sigo con lo mismo, sólo soy curioso de ver lo que pasa. Es que juzgar es como filosofar y filosofar implica preguntarse qué hay detrás o más allá de la inmediatez de las cosas, ampliar y redescribir contextos, y prever consecuencias a veces, pues los acontecimientos vienen envueltos en interpretaciones de los poderes interesados, descontextualizados y hasta edulcorados por sofistas que usurpan funciones intelectuales; encararlos filosóficamente conlleva riesgos importantes para la integridad personal. La historia enseña muchos casos desde Sócrates hasta todos los periodistas occisos por decir la verdad, al igual de Sócrates, una verdad que lastimó a alguien.
La filosofía, como la poesía, “nos ocurre”: viene con los dilemas y las perplejidades que la vida y el mundo nos deparan. Cuando sentimos que responder a este llamado es vital para nuestra existencia es cuando empezamos a filosofar. La frase “vital para nuestra existencia” no significa búsqueda del confort ni de la felicidad. Pues reconocer la verdad de algo puede ser desagradable, si bien la fuerza de lo verdadero puede reconciliarnos con nosotros mismos y el mundo.
“A pesar de las ilusiones, la verdad existe, pero la reconocemos tarde, por eso es trágica”, dijo Franz Kafka. Me he puesto a desmenuzar esta frase y la sigo así: reconocemos tarde la verdad porque vivimos de ilusiones y deseos; vivimos de ilusiones porque las necesitamos para dar sentido a la existencia, por eso las perseguimos hasta que se desvanecen ante nuestros ojos. Aun las ilusiones cumplidas nos dejan insatisfechos por que el hombre, por naturaleza propia, es un ser que anhela, un ser-en-el-mundo, un ser-allí, un ser-para-la-muerte: hay que entender y aceptar lo real.
Por ser anhelantes buscamos superar nuestros propios límites: tal es el pecado original, el origen de lo trágico. Y es precisamente la superación de nuestros límites lo que el orden de cosas imperante nos incita a perseguir. ¿Qué es la crisis financiera global sino la monstruosa agregación de deseos individuales por superar los límites propios? Trump siendo un perfecto ejemplo. Varias voces con derecho de ser escuchadas advirtieron que esto y aquello no se podía hacer, pero nadie las escuchó. ¿Por qué? Porque la mayoría prefiere vivir en la ilusión. He ahí un problema filosófico a escala planetaria. Filosofar es cuestionar, no por deporte, como lo hacen los pedantes, sino por ser vital para la existencia. Es decir, si queremos vivir satisfechos y felices.