Michael Torresini
Últimamente, en los últimos tres meses, he hablado de Trump y temas relacionados, un poco de cultura, y de quiropráctica que es la que más raison d’etre tiene, la que más debería ser aclarada, pues a diario me enfrento con la paradoja, difícil de aceptar por un filósofo, de curar en dos minutos y tener que repetir las explicaciones durante media hora… además para mí curar es un gusto y repetir cosas sencillas que nadie entiende fácilmente es una molestia. Así que, siguiendo la mera lógica, de esto debería hablar, de lo que la gente no sabe y que necesita saber para saber como curarse. Si la gente entendiera lo que digo ya entraría en mi consultorio relajada, confiada y listecita para ser curada. Así una vez más repito que todo lo que sentimos lo sentimos por los nervios y que todos los nervios salen desde la columna hacia todo el cuerpo, repito todo el cuerpo – así ya no se vale decir que le duele aquí o allá, a través de las vértebras que, si no están en su lugar, son la causa de todo-y su realineación la única verdadera solución.
Y en el entretiempo me conformo con repetir las cosas hasta que sean entendidas, para que el paciente sepa porque tiene lo que tiene y como lo voy a curar permanentemente. Aprendí a obedecer la razón y olvidar, suprimir mis sensaciones-de enojo o lo que sea que, por justificadas que sean, pues ellas como todo tienen que obedecer a la razón. Y la razón me mandó adoptar la postura estoica, la ataraxia, la imperturbabilidad. Llevaba años tachado con la fama de enojón. Se acabó, perdonen ustedes y olvídense del enojón. En lugar de enojarme uso analogías contundentes como si usted tiene un dedo en una pinza, que hace le da una tallada, toma medicinas-o abre la pinza…
Solucioné este problema, pero ¿Cómo voy a solucionar el problema más, mucho más grave del paciente que no se relaja, que me agarra el brazo cuando estoy tratando de enderezar su columna? Allí también logré digerir la brutal absurdidad de alguien que llega conmigo cuando ya no aguanta y cómo que ya me hizo la tarea más difícil por haber demorado demasiado con vértebras fuera lugar, me hace la chamba prácticamente imposible quedándose muy tenso, pese a mis continua exhortaciones a relajarse, con contundentes motivaciones-que no tengo nada a que ver con los huesero, que en Canadá estudiamos como un médico y no sabemos todo que los médicos saben porque especializamos en esto para que sea absolutamente imposible que hagamos daños-por arriba de mi larga experiencia durante la cual nunca hice daño a nadie. Esto todos lo entienden, pero, como se dice en Italia, “tra el dire e il fare c’é di mezzo il mare.” Entre decirlo y hacerlo hay el mar de por medio. Y allí la única cosa que pueda yo sugerir a estos pacientes muy difíciles, es que me imiten, que mediten y que se den claramente cuenta que la inteligencia, la mente es y siempre debe ser la jefa de nuestras acciones. Finalmente, esto es el mensaje, el grano, el quid de la columna que escribo desde catorce años.