Michael Torresini
Hoy, lo más común es leer y escuchar que no pocos opinadores mexicanos dicen con naturalidad que “ya vivimos en dictadura”. Otros, más audaces, se atreven a diagnosticar que “sigue avanzando la dictadura en México”. Incluso, día con día es más frecuente leer en la prensa extranjera que México se encamina, de manera irreversible, hacia un esquema idéntico a los que se viven en los regímenes cubano y venezolano.
Y si dudan, a través de sus redes sociales, el congresista norteamericano Carlos Giménez, de plano lanzó una severa advertencia al gobierno de Claudia Sheinbaum, al señalar que EE. UU. podría darle a nuestro país un trato igual al de los regímenes de Cuba y Venezuela, de no modificar la postura mexicana como aliado de esas tiranías. El republicano también se refirió al petróleo mexicano regalado a la dictadura cubana, cuyo monto rebasa todos los estándares históricos de ayuda.
Al leer todo esto me puse muy preocupado, pero cuando leí el autor del artículo la preocupación se volvió rabia en contra del peor difamador del país, Ricardo Alemán.
No, no somos ninguna dictadura-lo éramos durante los largos años de la dictatura priista cuando este pepe – es decir periodista podrido no criticaba nada. Y no, nuestro sistema político no tiene nada a que ver con lo de Cuba y Venezuela que sí son dictaduras.
Sin embargo, a lado de lo antedicho, he criticado frecuentemente la simpatía y las ayudas que la presidenta proporciona a Cuba regalándole petróleo. Antes con AMLO era Venezuela que surtía del oro negro a Cuba-uso el termino ya que así se llaman las gasolineras en la isla; y a AMLO no se lo regalaba, pero se lo vendía a precios bajos. Lo aprendí de primera mano desde un paciente que es el ingeniero de Pemex que se encargaba de recibir el combustible que era mucho más caro desde el sur del estado que de Venezuela. Quizá por estos factores económicos y no sólo por idealismos ALMO se llevaba bien, demasiado bien con Maduro hasta a invitarlo a su toma de poder-y a empezar los vuelos internacionales desde su codiciado AIFA a Caracas, el último lugar donde quisiera ir. Ya lo dicho muy claramente: era un paraíso y es un infierno.
Pero siempre hay el otro lado de la moneda y estos excesos de amistad hacia Cuba y Venezuela han atraído la simpatía de Rusia y China a México; esto y otros factores pretenden frenar a Trump en su frenesí, en su prepotencia injusta y criminal como la de matar un simple y pobre pescador en aguas colombianas. Lo mismo se podría pasar en México y por esto me gustó el acercamiento a Rusia y China, para digamos moderar un poco la prepotencia insoportable de Trump.